Sociedades cazadoras y recolectoras.

El miércoles 15 de marzo alrededor de las 3:30 de la tarde hice una visita al Museo Arqueológico de Mérida, Venezuela. Ubicado en el centro de la ciudad en el rectorado de la Universidad de Los Andes.           El museo consta de una sala con exposiciones de utensilios, jarrones, pequeñas esculturas antropomórficas hechas en arcilla y piedra, armas y restos de los aborígenes de la época prehispánica. Cada uno con su respectiva descripción, además de un contexto cronológico pertinente, y juegos para memorizar lo aprendido.

Los conocimientos adquiridos en la materia arte prehistórico y mundo antiguo permite establecer relaciones entre el arte prehispánico y las primera sociedades prehistóricas, no solo por la similitud del pensamiento primitivo de ambas civilizaciones, sino las dinámicas sociales y culturales de las mismas, además de la lectura correcta de este registro histórico.

 En líneas generales se puede destacar que ambas, en su mayoría, eran sociedades cazadoras y recolectoras, vivían de la caza fortuita y la comida que les proporcionará su ambiente, al agotarse el alimento, iban en busca de otro lugar que habitar, en consecuencia no desarrollaron grandes estructuras ni edificaciones, solo necesitaban lo que podían llevar, como armas y herramientas. En el museo se puede observar diversas puntas de cuchillos, hachas, hojillas y/o lanzas, elaborados con pizarra, una piedra maleable pero dura, que permitía adaptar la herramienta a su uso, también vasijas y jarrones en cerámica y arcilla para además de recolectar, servían para almacenar la comida.

La religión es la respuesta de lo que no podían explicar, de lo que no era visible, atribuyéndole todo a los dioses y en busca de una conexión surge el arte mobiliario como la representación del poder-magia. Como fueron durante toda la prehistoria, las Venus símbolo de la fertilidad y la abundancia asimismo en las tribus Andinas venezolanas el Mohan es un símbolo constante, que era el intermedio o juez entre dios y humanos , en el afán del hombre poder dar respuesta a lo que lo rodea y darle un sentido a la vida o, más importante aún, lograr entender el paso de la vida a la muerte.

Aunque durante la prehistoria la preparación funeraria como la momificación se emplea en Mesopotamia y Egipto, el culto está presente desde el paleolítico inferior al haber sido encontradas piedras con círculos, cúpulas y varios símbolos en las necrópolis desde el homínido neanderthal, a lo que se asocia con el respeto y conciencia del transcender de la vida a la muerte. En los imperios del mundo antiguo el ritual o culto la muerte forma parte importante de sus más grandes expresiones arquitectónicas y artísticas, pues trabajan durante toda su vida para la muerte. El aborigen andino también ha dejado registros de momificación y del culto a la muerte, aunque no tan riguroso como el egipcio, el procedimiento consiste en ahumar el cuerpo en una especie de horno o parrilla hasta secarlo, para luego dejar en cadáver en una fosa más o menos profunda, pero no hay un cementerio o gran necrópolis debido al nomadismo.

Ambas sociedades, prehistóricas y prehispánicas, aunque compartan semejanzas, hay que tener en cuenta que las divergencias vienen dadas por el contexto histórico/geográfico y aunque varias de estas tribus andinas sigan existiendo, el acercarse y entrar en contacto con otras comunidades tecnológicamente avanzadas las llevara a su extinción y, con su desaparición, se acabara el posible acercamiento que se podría llegar al estudiar sus manifestaciones artísticas y configuración de su pensamiento. 

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